«No sabía que podía hacer yo en Calcuta por este proyecto, pero una vez allí, me sentí llena de gratitud por poder hacer felices aunque solo fuera un ratito a estas niñas, el compartir con ellas esto ha sido bonito, descubrir sus caras cada día, cuando llegaban del colegio y miraban el muro y descubrían su nombre, muchas me llamaban Tinu-Didi, su nombre estaba mal escrito, el color del globo no les gustaba, querían otro color, las convencía de que no estaban terminados, que esperaran, ladeaban su cabeza en señal de aceptación, ese gesto era uno de los que más me conmovía.
Estas niñas te enganchan, no piden nada, pero te dan su cariño. Que las niñas que parecían duras, que al principio no te dejaban acercarte, vinieran y te dijeran vuelve, y escribe, abrazándote, te lo repetían una y otra vez, y yo tratando de no llorar, de no mostrarles que habían calado hondo en mi alma, que antes de irme, ya estaba deseando volver.»
Tinuca Revolvo, colaboradora, Laredo
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